Arthur Lewis: desarrollo en primera persona

Historias Económicas
5 min readNov 16, 2020

*Por Lucas Sanchez.

Arthur Lewis nació el 23 de enero de 1915 en la isla de Santa Lucía, que en aquel momento era una colonia británica.

Cuando era niño debió abandonar la escuela por problemas de salud. Su padre, maestro escolar, le dictó educación en su casa durante tres meses para que Arthur no perdiera el ritmo. Tal fue el avance que realizaron en ese tiempo, que cuando regresó de nuevo a la escuela, fue promovido dos niveles. Finalmente terminó el colegio a los 14 años, teniendo que esperar para ir a la universidad, ya que en esa época no se aceptaban ingresos tempranos a la educación universitaria. En ese tiempo, trabajó como secretario en el servicio civil de la isla.

Finalmente ganó una beca del gobierno en el año 1932 que le permitiría estudiar en una universidad del Reino Unido. Arthur no tenía en principio decidido qué estudiar. Aunque quería ser ingeniero, sabía que la idea no tenía mucho sentido ya que ni el gobierno ni las empresas emplearían a un hombre de color. Se decidió por administración de empresas, ya que eso le permitiría regresar a Santa Lucía y conseguir un empleo en el Estado o bien en el sector privado. Formalmente se alistó a la London School of Economics (LSE) para realizar una carrera de grado en comercio. Así, Arthur Lewis se convirtió en el primer estudiante negro de la LSE.

Arthur no tenía idea de lo que era la economía, sin embargo tuvo facilidad con esa asignatura desde el principio. Se graduó con honores en 1937 y continuó sus estudios, ahora doctorales, en Economía Industrial, también becado por la Universidad.

En el año 1938, comenzó a dictar clases en la LSE en un contrato por un año, que luego se extendió a cuatro, marcando nuevamente un antecedente: se convertía en el primer profesor negro de la institución. Según Lewis este fue el puntapié inicial en su carrera académica y lo transitó con pasión. Para el año 1948 ya había obtenido el cargo de full professor en la Universidad de Manchester.

Desde mediados de la década del 30, se interesó por los reportes económicos de las colonias británicas. Leyó mucho sobre problemas en la agricultura, la minería, problemas monetarios y cambiarios. Haber leído sobre las problemáticas que aquejaban a los distintos territorios coloniales le dio un amplio panorama de las políticas públicas aplicadas y de su respectiva eficacia.

Dio clases sobre dichos temas en la LSE durante la década del 40. Sin embargo, su interés sistemático por el desarrollo económico provino de su paso por la Universidad de Manchester. Allí, había un gran número de estudiantes asiáticos y africanos que demostraban un interés creciente por el estudio de los países del “tercer mundo”. Siguiendo el consejo que Hayek le había dado, “la mejor manera de aprender es enseñando”, Lewis se dedicó a dar esta asignatura a partir de la década del 50.

Parte de su interés estaba puesto en las políticas de desarrollo y su conocimiento en el tema mejoró debido a los numerosos viajes que realizó a países de África y Asia.

En 1954 publica su artículo más famoso, “Desarrollo económico con oferta ilimitada de trabajo”. En esta publicación se encuentra lo que más tarde se llamó el Modelo de Lewis o el modelo de sectores duales. El modelo prevé la existencia, en los países subdesarrollados, de dos sectores: uno capitalista y uno de subsistencia.

El sector de subsistencia está regido por la informalidad y los trabajadores son remunerados por encima de su productividad marginal. La hipótesis de Lewis es que en una etapa temprana del desarrollo, el sector capitalista puede emplear mano de obra del sector de subsistencia. Al ser esta mano de obra ilimitada en cierta manera, el sector capitalista podría expandirse sin necesidad de aumentar los salarios. Esto genera un círculo virtuoso en el que el sector capitalista obtiene mayores ganancias, que pueden ser reinvertidas y en consecuencia se expande el empleo nuevamente. Este proceso según el autor conduciría a la modernización y al desarrollo económico.

Los autores de su biografía, Paul Mosley y Barbara Ingham, afirman que Lewis se merece un lugar permanente en la historia de la economía del desarrollo por su trabajo en tres áreas: la explicación de los procesos de crecimiento, la formulación de estrategias para el desarrollo, y la implementación de estrategias que “cambian el mundo”.

En octubre de 1979 ganó el premio Nobel de Economía junto con Theodore Schultz, siendo la primera vez que el premio era entregado por trabajos en torno al desarrollo económico. Este hecho marcó un nuevo hito en su vida, por ser el primer economista negro galardonado con este premio.

Las experiencias personales de Arthur Lewis marcaron el rumbo de su vida profesional. No solo en el ámbito de la academia y la investigación, al interesarse por los problemas del subdesarrollo en los países más pobres, sino también en el ámbito público y social. Ejemplo de esto fue su participación civil durante su paso por Manchester en la pelea que dió para fundar un Centro Comunitario para inmigrantes y minorías étnicas en el cual se impartirían cursos, formaciones técnicas y ayuda social para mejorar las oportunidades de inclusión de la comunidad. Otro ejemplo que podemos dar es su radicación en Barbados entre 1970 y 1974, momento en el que se funda el Banco Caribeño de Desarrollo y Lewis se convierte en su primer presidente.

Arthur Lewis fue una mente brillante según los testimonios de sus colegas y estudiantes. Pero le tocó transitar una época y una disciplina en la que el viento no estaba a su favor. La discriminación racial existió y existe en la economía. El economista George Stigler, ganador del Nobel en 1982, resumió en “The Problem of the Negro” (1965) el clima de época en la economía. En dicho artículo afirmó que las personas negras eran inferiores a la hora de trabajar y que la solución era fomentar la disposición a “trabajar duro”. En efecto, las palabras de Stigler son un reflejo de los prejuicios raciales de la disciplina en aquel entonces.

Una publicación reciente del FMI advierte que los economistas tienen el deber moral y profesional de pronunciarse contra el racismo y la discriminación. Más allá de los organismos internacionales, y sus discursos cargados de intenciones, pero sin intervenciones concretas, la pregunta ¿cuánto falta para que la economía esté a la altura de esa responsabilidad? es una pregunta que aún no tiene respuestas. Lo que sí podemos hacer es dar a conocer las historias de personas que han perseverado a pesar de las adversidades. Y Arthur Lewis fue uno de ellos.

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