¿Quién fue Marcelo Diamand? (Parte II)

Historias Económicas
11 min readAug 8, 2021

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*Por Victoria Ríos y Samantha Vaccari

Repasemos en dónde nos habíamos quedado: como mencionamos en la nota anterior para Marcelo Diamand, la principal característica de los países exportadores primarios que tomaron la decisión de industrializarse es que tienen una estructura desequilibrada. Es decir, una estructura productiva compuesta por dos sectores que operan con diferentes productividades y niveles de precios: el sector primario — más productivo por sus ventajas comparativas — que trabaja a precios internacionales, y el sector industrial — con una productividad relativamente menor al agropecuario- que trabaja a un nivel de costos y precios superiores a los internacionales. El sector agropecuario puede exportar y generar divisas, mientras que la industria demanda divisas pero es incapaz de generarlas (por lo menos en las primeras etapas del proceso de industrialización, después veremos qué pasa).

Estos nos lleva, como mencionamos en el capítulo anterior, al crónico estrangulamiento externo:

El proceso culmina en la aparición de un nuevo modelo económico, en el cual la limitación al crecimiento no está dada por la capacidad de ahorro, por la eficiencia, como sucede en el modelo clásico, ni tampoco por la demanda global, como en el modelo keynesiano, sino específicamente por la crónica escasez de divisas.

Ahora bien, profundicemos.

Tipo de cambio: el causante de todos los problemas.

Marcelo parte de esta idea: la industria tiene en todos los países una productividad correspondiente al grado de desarrollo del país en cuestión. No le pidan peras al olmo, no va a pasar. Supongamos tres países, Corea, Italia y EE.UU. Supongamos que la productividad de la industria en Corea es baja, en Italia intermedia y en EE.UU muy alta. Los precios industriales serán, entonces, bajos en EE.UU, intermedios en Italia y muy altos en Corea. Es esta diferencia de productividades y de precios internos la que determina la diferencia entre los niveles de vida de los tres países.

Aunque los precios de los tres países sean distintos desde el punto de vista del poder adquisitivo interno, cuando se expresan en dólares (o sea, a precios internacionales) resultan aproximadamente iguales. ¿Por qué? Porque existe el tipo de cambio.

[…] aunque la productividad determina el nivel de vida, no determina precios internacionales. Estos no dependen de la productividad, sino de la relación entre los costos internos de un producto y el tipo de cambio. En cada uno de los países tomados como ejemplo el tipo de cambio se sitúa precisamente en un nivel necesario para que el precio de los productos industriales al traducirse en dólares se iguale con el precio internacional. Gracias a este mecanismo de ajuste puede funcionar el comercio internacional y pueden intercambiar su producción países de tan distintas productividades como Corea y Estados Unidos. (Diamand, 1972, p.9)

No obstante, esta historia tiene un final trágico. Sigamos leyendo a Diamand:

En la Argentina este mecanismo no funciona debido a la presencia de otro sector que es el agropecuario y que, en virtud de ventajas especiales provistas por la naturaleza, tiene una productividad particularmente alta. Dado que el tipo de cambio se fija sobre la base de este sector privilegiado, no resulta adecuado para el sector industrial de una productividad menor. Es así que los precios industriales, expresados al tipo de cambio agropecuario que no les corresponde, resultan más altos que los internacionales.

Llegados hasta acá ya podemos expresar algunas conclusiones:

1-El problema no es la productividad de la industria. Nuestra industria tiene la productividad que tiene porque tenemos el grado de desarrollo que tenemos, y como decía el cuento de Fontanarrosa: No te enloquesá, Lalita.

2-El nivel de productividad de la industria (alto, bajo, monotributista) no provoca que sus precios sean mayores a los internacionales. La causa de la “sobreelevación” de precios de la industria se debe a la menor productividad relativa de la industria argentina frente al agro argentino. Y fundamentalmente, a que el tipo de cambio se fija sobre el sector de mayor productividad (el agro), lo que resulta inadecuado para la industria, y la hace incapaz de salir al mundo, exportar, hacer su vida, dejar de salir en los medios como la fanática de la baja productividad causante de la restricción externa, el trauma y la pobreza. La productividad importa, nadie lo niega, pero fijate el tipo de cambio, dice Marcelo.

No nos quedemos acá. ¿Por qué el tipo de cambio se fija en base al sector más productivo?

Como recordarán de la nota anterior, Diamand señalaba la existencia de una crisis del paradigma económico. Así, no encuentra problemas a la hora de golpear a cuanto economista encuentre cuando se plantea esta cuestión.

Si se preguntara cuáles son las razones que motivan la coincidencia entre el tipo de cambio y el sector primario, los interrogados tendrían una gran dificultad en encontrar una respuesta precisa y la reacción más probable sería decir que este tipo de cambio es el natural. Se incurriría así en uno de los estereotipos más persistentes y más alejados de la realidad que traban el análisis y la acción de las estructuras productivas desequilibradas. (Diamand, 1972, p.10)

Y agrega:

[Esto] no se encuentra ni en los textos ni en los tratados de economía […] A la luz de la teoría económica, tal como se enseña, el proceso de industrialización, cuando significa comprender actividades de una productividad comparativa menor que la del sector primario, se interpreta como una asignación ineficiente de recursos […] Al no aceptarse así la legitimidad de su existencia, tampoco se estudian sus propiedades, y los países que debido a la presión de las circunstancias rompen con los preceptos clásicos se encuentran en un terreno nuevo, no cubierto por la teoría.

La noción de un tipo de cambio “real”, “natural, “de equilibrio”, o de “paridad correcta” de la moneda es uno de los conceptos transmitidos prácticamente desde la cuna y firmemente arraigados en la mentalidad colectiva. ¿Cómo surge, cómo se forma? En base a alguno de los siguientes criterios:

El criterio del libre cambio (que de libre no tiene nada)

El criterio más difundido identifica el tipo de cambio “real” o “natural” con aquel que resultaría del libre juego de oferta y demanda en un mercado libre de cambios. Sin embargo, la demanda de divisas en la Argentina está controlada mediante un régimen de derechos de importación y mediante otras restricciones que la regulan. Por lo tanto, el tipo de cambio que surge como resultado del tal llamado libre juego de oferta y demanda no tiene mucho de “libre” y ni de “real”. En este caso el mercado libre se diferencia del mercado controlado únicamente en que la demanda de divisas en vez de controlarse directamente, se restringe por vía indirecta, a través de un régimen de importaciones tan “arbitrario” o “intervencionista” como el control directo. (Diamand, 1972, p.11)

Si existen los controles, la libertad cambiaria es un mito. Por el momento, dejémoslo ahí, pero sepamos que a partir de este punto, mientras algunas corrientes plantean “diseñemos los controles para que el equilibrio externo sea compatible con el crecimiento interno” otras dicen “removamos todos los controles (como los derechos de importación), y ahí si, el tipo de cambio va a coincidir con su valor “real”, “de equilibrio”, desaparecerán los problemas del sector externo y seremos felices”

El criterio histórico (que no histérico)

Abandonado el criterio de libre cambio, el segundo enfoque que surge para determinar el tipo de cambio “natural” puede ser el histórico. Tomándose como base la relación del tipo de cambio y de los precios internos en un cierto lapso, dicha relación se consideraría como una guía para el futuro. (Diamand, 1972, p. 14)

Pero para que el tipo de cambio mantenga una relación constante con los precios internos, se deben dar ciertas condiciones, como por ejemplo, el mantenimiento del mismo régimen de protección a lo largo del tiempo, o la constancia de los términos de intercambio (o sea la relación de precios mundiales entre los productos exportables e importables).

¿Se cumple en la realidad?

No.

Siguiente.

El criterio de la paridad de poder adquisitivo

¿Qué es el tipo de cambio de Paridad de Poder Adquisitivo? Para explicar este concepto vamos a utilizar (por no decir robar) una nota de clase de Diego Kozlowski y Guido Weksler.

Cuando queremos calcular la cantidad de bienes producidos por una economía necesitamos encontrar una unidad de medida común a todos ellos que permita agregarlos (porque los bienes son muy distintos entre sí, y no se pueden sumar peras con manzanas, dicen). La unidad de medida establecida para realizar este proceso es el precio de cada uno de los bienes en cuestión. O sea, PxQ, y problema resuelto.

Ahora, supongamos que queremos comparar la cantidad de bienes producidos por dos países (que tienen monedas distintas, nada de Unión Europea ni cosas raras). En este caso, nos enfrentamos otra vez con la necesidad de encontrar una unidad de medida común, ya que ambos se encuentran expresados en sus respectivas monedas nacionales. Si, por ejemplo, queremos comparar el volumen de bienes producidos en un año de Argentina y EE.UU. Necesitamos un conversor de moneda que refleje los distintos precios internos de una y otra economía. O sea, que refleje el poder adquisitivo, el poder de compra, de cada peso en Argentina y cada dólar en EE.UU. Aparece entonces el método de Paridad de Poder Adquisitivo para convertir las monedas de forma tal que se exprese la relación de precios al interior de cada país. Esta metodología se basa en la ley del precio único que establece que, de cumplirse ciertas condiciones (que los bienes sean homogéneos, que no haya límites al comercio, que los costos de transporte sean nulos), los precios de las mercancías (en dos mercados distintos) tienden a igualarse. Es decir, un bien tiene el mismo precio en dos mercados separados.

Volvamos con Diamand. Para que dos países comercien, dice, se supone que la relación de tipos de cambio […] debe ser tal que sus precios internos resulten iguales. […] Pero el funcionamiento del mecanismo que lleva a la igualación de poderes adquisitivos internos se basa en la premisa implícita de que no existe ningún régimen de protección.

En las estructuras productivas desequilibradas el libre comercio no existe. No se cumple.

Precisamente este incumplimiento permite surgir a la estructura productiva desequilibrada ya que posibilita el crecimiento del sector industrial de precios relativos mayores que el sector exportador primario. Por lo tanto, un tipo de cambio capaz de igualar los precios del sector exportador con los internacionales es incapaz de igualar con ellos los precios industriales, ya que todo el sector industrial funciona en un nivel más alto de precios.

Esto significa que en las estructuras productivas desequilibradas desaparece la paridad única de poder adquisitivo y aparece un espectro de paridades múltiples -paridad agropecuaria y paridad industrial y dentro — de esta última, diferentes paridades correspondientes a distintas industrias.
(Diamand, 1972, p. 15)

¿Qué significa todo esto? Que al tener una estructura productiva desequilibrada, tenemos una estructura múltiple de cambios. Pero como la implementación de un sistema explícito de cambios múltiples discrepa con las reglas de juego del comercio internacional y con la teoría económica en vigencia, surgen presiones para establecer un tipo de cambio único. Y si es único, no puede coincidir con todas las paridades a la vez, sino con una sola de ellas. Como solución al dilema se crea un tipo de cambio nominal, que coincide con una de las paridades y un sistema paralelo formado por vía de derechos a la importación, cada uno de los cuales provee la adecuación de la paridad a la productividad del sector de actividad al que corresponde.

Retomando la pregunta ¿por qué el tipo de cambio se fija en base al sector más productivo?, concluimos con que la respuesta no se halla en el criterio de libre comercio, ni en el histórico, ni mucho menos en el de paridad de poder adquisitivo. Esto es así porque en la estructura productiva desequilibrada existe una estructura múltiple de paridades, decidir con cuál de las paridades de esta estructura corresponde hacer coincidir el tipo de cambio nominal es una elección totalmente libre que implica, consciente o inconscientemente, ciertos objetivos económicos. (Diamand, 1972, p.16)

Para terminar:

La elección usual es fijar el tipo de cambio nominal en base al sector más productivo o por lo menos muy cerca de él. Esta decisión, que parece “obvia” y “natural”, en realidad constituye la herramienta tradicional para preservar el equilibrio de la estructura productiva. Cuando se adopta este criterio, todas las actividades de una productividad relativa menor que la del sector elegido como base para el régimen cambiario resultan con precios mayores que los internacionales y se ven impedidos de subsistir por la competencia mundial. En otras palabras, el criterio de hacer coincidir el tipo de cambio con el sector más productivo es la expresión consciente o inconsciente, del propósito de asegurar el principio de ventajas comparativas.
(Diamand, 1972, p.17)

Tipo de cambio: la solución de todos los problemas.

Una vez visualizada la contradicción entre la realidad de la estructura productiva desequilibrada y la colocación del tipo de cambio nominal al nivel del sector más productivo, se hace clara, la necesidad de modificar la estructura cambiaria. (Diamand, 1972, p.18). Corta la bocha.

La modificación de la estructura cambiaria puede hacerse de distintas maneras. La primera, sería similar a la devaluación compensada. La segunda, el desdoblamiento del tipo de cambio. La tercera variante, un sistema de draw-back. Por su fama, nos concentraremos en la segunda.

Cualquiera que sea el esquema -o combinación de esquemas-, tiene que cumplir una condición: tiene que existir un consenso a nivel de los sectores dirigentes de que se está tomando una medida en la estructura real de productividades y no de un estímulo temporario otorgado de lástima a una industria ineficiente. Únicamente en este caso se podrá hacer una promoción realmente enérgica y además darle el carácter verdaderamente estructural y permanente a la medida.
(Diamand, 1972, p.20)

En el Seminario de Historia del Pensamiento Económico Argentino, organizado por el CIDED (UNTREF) y el IIEP (CONICET-UBA), Juan Odisio explica que tras la idea del desdoblamiento del tipo de cambio, Diamand reconoce los antecedentes de Di Tella y Kaldor. De hecho, en el libro “Doctrinas económicas, desarrollo e independencia”, Marcelo Diamand cita varios párrafos del trabajo “Dual Exchange Rates and Economic Development” escrito por Nicholas Kaldor. En uno de ellos se señala que:

[…] mientras que en el caso de un país desarrollado existe un solo tipo de cambio capaz de asegurar el equilibrio entre los costos internos de producción y los precios […] en los mercados extranjeros, en el caso de un país subdesarrollado no existe un solo tipo de cambio que pueda asegurar este resultado. Si se toma como base el costo de producción de productos primarios, el tipo de cambio adecuado resulta más alto que cuando se toma como pauta el costo de producción manufacturera.

La propuesta de Kaldor consistía en la aplicación de un tipo de cambio fijo (el “oficial”) a las exportaciones tradicionales e importaciones esenciales, y un tipo de cambio libre o flotante, para el resto de las exportaciones e importaciones. La brecha entre ambos tipos de cambio representaría la brecha de las productividades entre las exportaciones primarias (del agro) y las exportaciones industriales. Por lo tanto, a través de este mecanismo, cuanto menos desarrollada se encontrara la industria de un país, más elevado sería el tipo de cambio en el mercado libre, lo que impulsaría exportaciones industriales (dado el tipo de cambio favorable), impulsando a su vez el crecimiento económico y permitiendo sortear las limitaciones de la restricción externa.

Sin embargo, tal y como subraya Diamand citando nuevamente el trabajo “Dual Exchange rates and Economic Development”:

El sistema de dobles tipos de cambio es contrario a la filosofía económica prevaleciente, tal como está incorporada en los Artículos de Acuerdo del FMI y, en efecto, el FMI ha ejercido una constante presión tendiente a suprimir estas prácticas. Esto ofrece un nuevo ejemplo de cómo las reglas que son bastante razonables entre países desarrollados, son aplicadas a un contexto muy distinto en los países subdesarrollados, donde no tienen sentido.

Como alternativa, explica Diamand, se propone una devaluación compensada.

El legado

Muchas han sido las notas escritas recientemente acerca del legado de Marcelo Diamand y la vigencia de su teoría. Desde Historias Económicas creemos que el aporte más valioso de Diamand es el haber puesto en palabras los (falsos) dilemas a los que se enfrenta la economía y el cuestionamiento a ciertas ideas naturalizadas. El resto, debe desprenderse de su lectura, discusión y confrontación con otros autores, pero sobre todo de la confrontación de su teoría con la realidad. Tal y como él creía que debía hacer cualquier economista. Es por eso que ponemos a disposición un pequeño e incipiente archivo que recupera su obra.

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