VERA SMITH: UNA MUJER EN LA ESCUELA AUSTRÍACA
*Por Lucas Sanchez
Como hemos contado anteriormente en este blog, la lista de mujeres economistas en la historia del pensamiento económico es larguísima aunque suene sorprendente. Las hubo en todos los países, en todas las corrientes de pensamiento y se dedicaron a los más diversos temas de investigación. En la historia de hoy nos adentramos en la vida y obra de una mujer en cuyos trabajos se reflejan fielmente las ideas de la Escuela Austríaca.
Vera Constance Smith nació en 1912 en Kent, Inglaterra. A los dieciocho años obtuvo una beca para estudiar economía en la London School of Economics (LSE). Vera tuvo el privilegio de llegar a la institución en sus años dorados. Según el Nobel de economía Ronald Coase, en esa época la LSE estaba abierta a recibir nuevas ideas y fomentaba un clima intelectual muy interesante promoviendo el estudio y la investigación teórica.
Vera Smith asistía semanalmente a seminarios de profesores tales como Friedrich Hayek, Theodore Gregory, John Hicks y Dennis. Robertson. Sin embargo, de todos esos profesores, solo con Hayek desarrolló una relación de amistad y mucha estima. Tan estrecha era la relación, que Hayek fue quien le propuso el tema de su tesis doctoral: un estudio histórico de la banca central y de los argumentos que favorecieron la existencia del central banking en perjuicio del free banking.
La situación que despertaba una particular preocupación en Hayek era el establecimiento de sistemas monetarios nacionales e independientes entre sí a partir de la década del 30. La consecuencia de estas inquietudes fue la publicación del primer y más conocido libro de Vera Smith en 1936, “The Rationale of Central Banking and The Free Banking Alternative”.
Para la época en la que Vera preparaba su tesis doctoral, era poco común en la disciplina la discusión sobre los bancos centrales. Los únicos que se habían atrevido a poner sobre la mesa esta cuestión eran los economistas de la Escuela Austríaca Ludwig Von Mises y el propio Hayek. El principal interrogante era ¿por qué a la banca se la había excluido del principio de laissez-faire? Si no es necesaria la intervención en los mercados para el funcionamiento de la economía, ¿por qué intervenir y regular el sector bancario?
La tesis de Vera Smith es una fiel representación de las ideas de la Escuela de Viena. La hipótesis principal es que la aparición de los bancos centrales se debe a cuestiones políticas y no a la “evolución natural” del sistema económico, es decir, la banca central no surge espontáneamente. Para adentrarse en esta investigación, la autora toma nota y estudia los casos de Escocia, Francia, Inglaterra, Bélgica, Alemania y Estados Unidos. De esta manera pretende desentrañar los fundamentos históricos de exclusividad que el Estado adquirió para acuñar moneda. La conclusión de su trabajo es que fueron motivos fiscales los que generaron que primero el Rey y luego el Estado tuvieran la exclusividad de acuñar la moneda. Sin embargo, existía Escocia como un caso histórico en el que el free banking había tenido éxito. En dicho país, no existían regulaciones de entrada en el negocio bancario y de esta forma se consolidó una gran competencia entre diversos bancos. El caso escocés fue la punta de lanza de los defensores de la banca libre.
Según Vera Smith, no existe razón científica que justifique la existencia de un banco central y es posible tener una moneda fuerte y estable aún sin una institución de ese tipo. Sus arraigadas creencias liberales se aprecian en la idea de que la competencia entre bancos genera mecanismos autorreguladores que generan mayor eficiencia en el sistema en general. En un caso de free banking, los bancos tomarán decisiones más prudentes acudiendo a una estricta disciplina monetaria ya que no cuentan con el respaldo de un banco central oficial. En este caso según la autora, en ausencia de regulaciones discrecionales, surge la autorregulación espontánea del mercado. Por eso, los bancos deberían ser tratados como cualquier otra empresa mercantil. De todas maneras, los trabajos de Vera Smith se desarrollaron en un ambiente intelectual muy hostil a sus ideas debido a que el argumento más aceptado en aquel tiempo era el de la necesidad de una autoridad monetaria central.
Vera Smith se doctoró en 1935 y en 1937 se casó con el economista alemán Friederich August Lutz. Juntos se fueron a Estados Unidos a trabajar en la Universidad de Princeton. Vera impartió clases en la International Financial Section de la Universidad hasta el año 1942. Desde entonces y hasta 1945 formó parte, como investigadora, del Economic, Financial and Transit Department de la Sociedad de Naciones. Años más tarde el matrimonio regresaría a Europa nuevamente.
En el año 1951 publican juntos el libro Theory of Investment of the Firm. Según Gottfried Harberler, economista de la escuela austríaca, este libro revela la sólida formación económica de Vera y es de una gran contribución a la teoría de la empresa. Es menester destacar que Vera había colaborado junto a Hayek en The Pure Theory of Capital (1941) y que ese trabajo conjunto se veía reflejado en el libro publicado junto a su esposo.
Durante esos años, se aprecia un creciente interés en Vera por cuestiones de economía internacional, la recuperación económica de la posguerra y el desarrollo económico.
Italia y el problema del desarrollo
Era de particular interés la reconstrucción de Italia después de la guerra. El matrimonio Lutz, según cuenta G. Harberler, compartía un gran cariño por ese país. Para potenciar una sólida industrialización, según la autora, es necesario que los precios de los productos agrícolas no varíen en perjuicio de los productos industriales. Esto implica que la oferta de productos agrícolas no sea muy rígida. En 1950 habían escrito el ensayo Monetary and Foreign Exchange Policy in Italy; a partir de entonces y por los años siguientes Verá continuará sus estudios sobre la economía italiana y publicará Italy: a Study in Economic Development en 1962.
A Vera le preocupaba específicamente la situación económica de la zona sur de la península itálica y trató de comprender los motivos de su atraso. Su propuesta fue pasar de una economía agrícola a una industrial y para ello era necesario conseguir tasas de beneficios en la industria que sean superiores a las del sector agrícola. Estos debates duales entre el agro y la industria son bien conocidos en los países latinoamericanos y mucho más aún lo fueron a partir de la segunda mitad del siglo XX. Sin embargo, contrariamente a lo que se proponía en aquel momento, Vera no consideraba que había que dar prioridad urgente al sector industrial. Lo primero que se debía hacer era promover el sector agrícola, modernizarlo y fomentar las inversiones para lograr aumentar la elasticidad de la oferta e impedir que los precios relativos afecten los beneficios del sector industrial. Para lograr una industrialización exitosa se necesitan, inevitablemente, políticas que promuevan la capacidad productiva agrícola en primer lugar para después, en una segunda etapa, promover la capacidad industrial y garantizar cierta estabilidad entre ambos sectores.
Para impedir que los beneficios industriales se reduzcan, Vera proponía medidas que generaban polémica. Por un lado, desalentar la demanda de productos agrícolas promoviendo la emigración y por el otro, limitar el alza de los salarios industriales. En este último punto, la autora no perdía tenacidad a la hora de criticar la actuación de los sindicatos. Para ella, en una visión muy hayekiana, los sindicatos persiguen la obtención de privilegios mediante una presión corporativa que no surge de la lógica de mercado. La idea es que los sindicatos pelean por salarios y por la reducción de la jornada laboral y que el escenario más propicio para estas presiones es dentro de las grandes empresas. Ante esto, las grandes empresas reducirán la cantidad de trabajadores, y estos trabajadores desplazados terminarán empleados en empresas más pequeñas con salarios más bajos y menor productividad. Este mecanismo sería uno de los problemas de la economía italiana.
En 1968 siguiendo el desarrollo de sus ideas escribió su último libro titulado Central Planning for the Market Economy: An Analysis of the French Theory and Experience. Vera tuvo muchas dificultades para publicar este libro debido a que sus ideas iban en contra del ambiente intelectual dominante de la época. Murió en agosto de 1976, un año después de la muerte de su marido.
Para finalizar, podemos afirmar que la creciente difusión de las ideas económicas liberales y las de la Escuela Austríaca ubican el trabajo de Vera Smith en un lugar central. Su primera obra sobre la banca central ha cobrado una gran revalorización. La historia de Vera es relevante no solo por haber sorteado los obstáculos de ser mujer en una disciplina masculinizada sino porque además sus trabajos tuvieron un carácter innovador para la época en la que fueron escritos. Un ejemplo de esto fue su paso por París en la década del 60 donde se dedicó a estudiar la planificación de la economía francesa que, según la mayoría de los economistas del momento, había sido todo un éxito. El caso Francés parecía convertirse en una nueva forma de planificación central a imitar por el resto de los países. No obstante, la protagonista de esta historia no dudó en demostrar su escepticismo al respecto y en afirmar que la planificación central está destinada a fracasar, ganándose la crítica de sus colegas contemporáneos.
En definitiva, al revivir la obra de Vera Smith no solo reconocemos su trabajo sino que también rescatamos sus ideas que indudablemente han contribuido a la historia del pensamiento económico pero que han sido olvidadas.